Había una vez una madre que estaba muy cansada. La verdad es que ya no podía más. Había cocinado, limpiado la casa, llevado a los niños al colegio y todavía tenía que hacer muchas cosas más. Por eso, ella decidió que necesitaba un descanso.
Entonces, le dijo a sus hijos que iba a tomar una siesta y que no la molestaran. Pero, justo cuando estaba a punto de dormir, uno de ellos entró en su habitación y empezó a hacer ruido. La mamá se enojó mucho y le dijo que se fuera.
Sin embargo, después de un rato, otro de los hijos entró y empezó a preguntarle muchas cosas. La mamá ya estaba muy harta y le pidió que se callara y se fuera también.
Finalmente, el último hijo entró y también empezó a molestar a su madre. Pero, en vez de perder los estribos, ella decidió contar hasta diez antes de hablar. Esa pausa le ayudó a calmarse y a hablar con su hijo de una manera más tranquila.
Desde ese día, la mamá aprendió que a veces era mejor tomarse un momento antes de reaccionar. Y los hijos aprendieron a respetar el tiempo de descanso de su mamá. Así, todos pudieron estar más felices y en armonía.