Este cuento narra la historia de dos niños, uno optimista y otro pesimista. El niño pesimista tiene muchos juguetes, pero siempre llora porque nunca recibe el que realmente quiere, un tambor. Por su obsesión por conseguirlo, nunca se contenta con otros juguetes y los deja abandonados en el suelo. En cambio, el niño optimista tiene solo un montón de estiércol y un palo, pero es feliz escarbando en él y encuentra alegría en las cosas simples. El mensaje del cuento es que la felicidad no depende de las cosas que poseemos o de las personas que nos rodean, sino de nuestra actitud y nuestra capacidad para adaptarnos y comprender el mundo que nos rodea. En cada momento de la vida podemos encontrar algo maravilloso si somos optimistas y tenemos una actitud positiva.